Artículo Periodístico:
Una Noche en la ciudad:
Hay pocos lugares en Lima, que me gusten tanto como Barranco, con ese aspecto arquitéctonico, típico de los albores del siglo XX, con sus casas de madera, con sus aspectos intrínsecos, propios de una ciudad, latinoaméricana, con sus bares, sus bodegas, sus cocheras, sus hoteles, sus burdeles, pero por sobre todo, por el ambiente que se respira en Barranco.
Lo reconozco no soy barranquino, soy un magdaleniense adoptado y de pura cepa, pero si hay un sitio que he disfrutado desde los inicios de mi vida útil y noctura, ha sido Barranco, las primeras fugas en los coches de los amigos, a fumarse un porro en el Malecón, sentados, tiesos, divisando el mar y la Cruz sobre el Morro. Escuchando The Doors, y pensando que la vida no tenía motivos ni ganas de venirnos a arruinar la velada. Llegar a casa en estado catatónico de inmovilidad total, controlando lo que vaya a salir del cerebro envelesado de uno o del camarada de hazaña. Miéntras atrás iban quedando las primeras hazañas de la vida útil de un limeño promedio, promedio de diez litros de cerveza semanal, doscientos cigarrillos mensuales, dos o tres teléfonos nuevos por salida, promedio de volverse en micro cuando lo ameritaba la ocasión.
Todos esos hermosos recuerdos son un pequeño extracto de una de mis tantas noches barranquinas con quince a cuestas, casi diesciséis, líder supremo de mis noches, miembro de nivel intermedio de mi aquelarre, y proscrito de una madre que no entendía que estaba pagando.
Pero Barranco, como todo en la vida, dio paso a la prosperidad, a los sitios de moda, a los puntos de ecuentro minimalistas, de sillas de diseñador y tragos exóticos que afeminan el espíritu, pero sirven para que alguna niñata bien, sea compañera de farra, una noche de invierno con lluvia que cae de costado en Julio en Lima.
Pero Yo, siempre quise volver, pasaron los años, y las cosas para desgracia de mi ser, se han calmado, es como si se me hubiese acalambrado el espíritu, y la furia de la adolescencia fuera un glaciar terriblemente afectado por el calentamiento matrimonial. ( Que nos os, pase, y si ha de ser así, recuerden que un guerrero entrega su cuello de manera ceremonial, pero jamás sin dignidad).
Y me río miéntras las estupideces que escribo, me generan muchísima gracia, pero volvamos al tema, como cuando volví a a Barranco luego de muchos años, allá por el 2008, realmente en la peor época, quebrado, arruinado, con sobrepeso, emocionalmente trastocado, y con ganas de volverme misionero en la selva peruana deforestada.
Mis proveedores ya no estaban, algunos estaban en San Jorge, otros se habían casado y viven en Vancouver ( no te preocupes chato, tu suegra ni se lo imagina).
Donde había hecho de las mías, con mis amigos de la Facultad, hoy se encontraba una Agencia Bancaria de la Iglesia Evángelica Peruana. ( La Superintendecia de Banca y Seguros, debería controlar el Sistema de Créditos que hipotecan el cielo, por cómodos diezmos mensuales)
Y resulta que paso lo impensado, Me Robaron, si a mí, al Doctor, al guía, el guerrero que lucho estoicamente en tantas batallas entre botellas, puchos, minifaldas y rock and roll.
Y como Dios es grande y el diablo va por ahí, zafe casi gratis,gracias a que mi vecino es buena gente y los ángeles de vez en cuando bajan del cielo. Así que reflexione... era turista en mi propio barrio, todo había cambiado, y pensaba, esto le pasa a uno con las mujeres, nunca sabes que vas a encontrar luego de dejarlas ser felices sin ti, por muchos años, y cuando uno osa regresar, entre besos y caricias que calientan como estufa vieja, llegará el puñal.
Entonces entendí que mi Barranco querido, estaba despechado, herido, furioso, valgan verdades no sé si por casualidad o esencia, siempre me tratan igual, por ingrato.
Así que volví de a poquitos, a escuchar Héroes, a ir al menos dos veces por semana, ahora viejo, con amigos, sin animus fornicandi, a reirme con las bromas de los Jacks, a escuchar Sabor y Control, ( si escuchar, no bailar), a reservar, a sentarse para escuchar, a comer spicy wings en el C.C. La Noche, al Sargento o al entrañable Dragón... pero eso es lo que soy ahora, la reencarnación de San Francisco de Asís.
Pero como lo digo y espero que la gente que lea este post, lo entienda, no hay nada como una noche Barranquina, para cualquier tipo que sepa que esta vida es para uno, y para nadie más.
PD... Hay lugares que jamás volveré a pisar en Barranco, mi edad y mi condición de decimo novena reencarnación de un santo ( no se me viene a la mente el nombre de ningún martir conocido), no me lo permiten.
Así que visiten Barranco, y disfruten de su noche, pero como dicen los Yacks... compren de día, que hasta se fía.
A Martín Adán, José María Euguren y al gran Julio Ramón, por todo.
reporto para [ Una mirada a estas letras con resaca ], Marcelo Escalante.